14/12/11

2/2: Deseo de Navidad

¡Hola!
Bueno, ayer tocó el relato de Navidad de Francheska, hoy toca el mío. A diferencia de su relato, el mío es más tradicional, quizás algo aburrido XD
Pero bueno, la intención es lo que cuenta, ¿no?
Ya, me dejo de dar la hora y les dejo el relato... por cierto, la portada la hizo Francheska, así que gracias por soportarme.
Y espero sus críticas, comentarios, saludos, etc. después de que lean mi intento de relato.


Cerré las cortinas.
Las luces de la ciudad inundaban todo un paisaje navideño creado artificialmente. Quería volver a casa, donde todo era natural y fácil. No había grandes luces, nieve artificial ni Santas gigantes. Solo era el calor de la chimenea, todo iluminado por las estrellas mientras por la ventana se veía un suave manto blanco cubriéndolo todo.
Suspiré. Pero debía recordarme que no podía volver a casa, no podía volver a pisar mi hogar mientras no estuviera dispuesto a enfrentar a mi mamá…
Me giré para alejarme de las cortinas de terciopelo rojo. Estaba acostumbrado a la más absoluta humildad, mientras que aquí todo me parecía demasiado ostentoso. Martín parecía tener todo el dinero que mucha gente deseaba, apenas trabajaba pero era capaz de pagar los mejores lugares y siempre tenía un techo sobre su cabeza.
Algunos simplemente nacen con suerte.
Tal vez solo debía agradecer que él me dejara quedarme en su casa. Pero no podía quitarme el trago amargo de la boca, al recordarme que Martín era justamente mi deseo para esta Navidad.
Sacudí la cabeza y tomé el regalo que había comprado para Martín. Me había dado el lujo de gastar casi todo mi sueldo del mes en este regalo dado que este año no tendría que comprar ninguno más, pero no es como si un trabajo de camarero dejara mucho.
Salí de la habitación rumbo a la sala con el paquete entre mis manos.
Al llegar encontré a Martín, que estaba apoyado contra uno de los ventanales, viendo hacia fuera mientras le daba una calada a su cigarro. Odiaba que fumara, pero este lugar era suyo y no me sentía con derecho de decir nada.
A pesar de eso, se veía perfecto. Su cabello de aquel negro característico que siempre se arreglaba demasiado ahora estaba enmarañado, sus ojos grises parecían cansados y sus pálidos labios estaban entreabiertos mientras dejaba escapar el humo del cigarrillo. Se había puesto unos jeans y una camisa gris carbón.
Mi vista se desvió hacia el lujoso árbol de Navidad que él solo había adornado, dado que había estado depresivo toda la semana y me negué a ayudar con la decoración. Era una de las pocas veces que le dije no a Martín, pero pareció no importarle demasiado. Ahora, veía que, obviamente, se había excedido.
Toda la sala parecía estar teñida de verde, rojo, dorado y plateado. El árbol era tres veces mi altura y ni hablar del ancho. Por todas partes parecía haber Santas Claus mecanizados que daban más miedo que nada.
La habitación que yo ocupaba parecía ser la única que se había escapado de la furia navideña y agradecía eso. No quería ver como dejó la cocina o el baño.
- ¡Hey, Juan! Creí que no ibas a aparecer esta noche, hace unos minutos ya dieron las doce.
Le dediqué una pequeña sonrisa, pero no pude responder. Mi idea había sido venir, dejar el regalo bajo el árbol antes de volver a escabullirme hasta la habitación para no aparecer hasta dentro de tres semanas. No tuve suerte.
- La noche está muy bonita, las luces inundan todo y casi pareciera que fuera de día –otra exhalación de humo-. Mis padres me llamaron. Anoche llegaron a Francia, pero nos enviaron regalos de Grecia…
Sus padres me querían, y siempre me daban regalos a pesar de mis quejas, me preguntaba qué pensarían si supieran que lo único que quería que me entregaran envuelto con una cinta esta Navidad, era justamente su hijo. Martín siguió parloteando mientras miraba el tamaño de los regalos que estaban esparcidos por la sala. Eran grandes e inclusive el papel en el que estaban envueltos parecía demasiado caro y elegante.
Nunca me había sentido mal al admitir que todos los días debía encontrar la manera de hacer dinero para sobrevivir, y todos sabían que el que Martín me acogiera en su casa fue mi bendición, pero realmente me sentí intimidado por el dinero que parecía estar tatuado en todos aquellos obsequios. Disimuladamente desvié los ojos al paquetito en mis manos, pequeño e insignificante.
Martín me había dicho que no quería que le regalara nada, quizás podía ocultarlo en…
- Oh, ¿eso es un regalo para mí? –su voz sonó divertida antes de que arrebatara el regalo de mis manos. No me atreví a mirarlo mientras escuchaba el papel rasgarse-. Vamos, los tuyos tienen tu nombre, ábrelos.
Incómodo, me arrodillé y empecé a separar los míos de los suyos, notando la diferencia de tamaño. No importa, prefería que los míos fueran más pequeños, hacía parecer todo esto menos embarazoso.
Parpadeé al ver un paquete diminuto al lado de otro gigante. Ambos eran de parte de Martín para mí, el más pequeño es el que más llamó mi atención.
Justo lo había alzado para abrirlo cuando escuché la risa de Martín. Maldición.
- ¡Oh, Juan! –por su voz, resultaba innegable que se estaba divirtiendo-. ¿Acaso piensas proponerme matrimonio?
Mis mejillas se colorearon mientras me volvía hacia mi amigo. Una de sus manos estaba aplastando el cigarrillo contra uno de los tantos ceniceros que había regados por aquí, mientras la otra sostenía en su palma mi regalo: un anillo de plata, muy masculino, con una gema roja falsa incrustada al centro. La verdad se veía bien con lo que él ocupaba a diario, dado que era plata real.
Mis orejas se colorearon mientras veía los ojos de Martín pegados a los míos.
- Y-yo no… n-no pensé… esto, yo solo…
Mi familia me había echado de la casa cuando se enteraron de que era gay, había tenido que sobrevivir cada día dedicándome a trabajos decadentes hasta lograr encontrar uno estable. Cuando Martín me ofreció alojamiento gratis, dejé mi orgullo de lado y acepté, sabiendo que me ayudaría. Martín había abierto las puertas de su casa aún cuando todos bromeaban diciendo que iba a estar detrás de él, intentando seducirlo.
Él solo se había reído de estos comentarios, sin darse cuenta de cuán cercanos estaban a la realidad. Había una verdadera atracción hacia él, pero prefería tener un lugar seguro para pasar la noche que dejar escapar mis oscuros deseos. Aquellos deseos que todas estas noches rogué que se volvieran realidad, que eran el único regalo que pedí en la realidad de mis pensamientos.
La risa de Martín hizo que me sonrojara aún más, quedando a poco del color morado.
- Estoy bromeando, sé que no es nada. Gracias, Juan, no debías hacerlo –me sonrió mientras empezaba a caminar en dirección a su cuarto-. Solo me gustas cuando te ruborizas, sé que solo soy tu amigo.
- Solo creí que por los rumores…
- Nah, no les hago caso, sé que entiendes que soy hetero –se estiró, bostezando-. Ahora, feliz Navidad, pero tengo sueño. Salimos mañana a comer afuera, ¿de acuerdo?
Se retiró a su habitación, dejándome solo en la sala.
Me senté en el sofá de cuero oscuro, cuidando de no ensuciar nada. Quité la sensación amarga de ver que Martín no se había colocado el anillo. ¿Qué esperaba? ¿Qué se lo pusiera antes de jurarme amor eterno? Solo había sido un regalo, uno para él. Solo lo había comprado porque lo había visto usar anillos.
Suspirando, rasgué el papel del pequeño obsequio a mi nombre. La respiración se me quedó en la garganta al abrir una cajita y ver una fina cadena de oro, un diseño deliciosamente labrado alrededor de una pequeña gema de un leve color rosado.
Tomé el dije entre mis dedos, admirando mi rostro repetido en cada una de las caras de la gema. Se veía tan distinto a las pulseras de cuero que adornaban mis muñecas o al pendiente bañado en oro que estaba en mi oreja izquierda. Era diferente, era como Martín.
Me acerqué al gran ventanal donde antes había estado. Todavía se podía oler un suave rastro de tabaco.
Miré hacia fuera. Las luces, los colores, las tiendas… todo tan artificial.
Uno de los rayos rebotó contra el vidrio, por donde estaba el collar que todavía sostenía en mis manos. Todo un arcoíris se desplegó de la gema.
Sí, todo tan artificial.
Hubiera deseado algo distinto, estar en mi hogar, con Martín pegado a mí mientras hablábamos a la luz de la chimenea. Pero no.
Volví al sofá y dejé el collar en la misma cajita de la que lo había sacado. A pesar de todo, no podía borrar una pequeña sonrisita que acudió a mis labios mientras levantaba la cajita y la presionaba contra mi pecho.
Podía ser que mi deseo de Navidad no se haya cumplido, ¿pero todavía quedaba Año Nuevo, no?

Que tengan un lindo día, y espero sus opiniones,



3 comentarios :

  1. No sé cual elegir. Está está genial, pero la otra de muerte xD

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  2. O.o No he leído el de Francheska así que ahora después lo leo xD
    De este relato, decir que nunca había leído ninguno homosexual, pero me ha gustado. Está muy bien :)
    Besos!

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  3. Me ha encantado.
    Un saludo y muchas gracias por pasar.
    Besotte

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