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20/8/14

Dear Diary (10)

¡Hola, lectores de sótano! Hoy toca otro Dear Diary, ya la mayoría sabe de qué va el reto, así que no los voy a aburrir explicándolo de nuevo. La entrada original pueden leerla AQUÍ.
Vamos a quién le robaré la identidad por un ratito...


“El cielo azul está adornado por un sol inmenso, brillante y reconfortante. Un muchacho corre por el camino de arena, levantando polvo, con una rama en la mano, hasta que llega a un río”.


Querido diario:Hoy he vuelto a recorrer el camino al río. Hace años que no lo hacía, pero hoy he despertado con unas ganas que hace mucho no sentía, y de alguna forma no he querido desaprovecharlas.Es un día precioso, de esos que no importa cuán bien lo describas, seguirá siendo imposible encontrar todas las palabras, o al menos las necesarias. Lo mismo si tomara una foto, no pasaría de ser un reflejo de una realidad, no pasaría de ser una opaca interpretación del sol inmenso, del viento fresco que parece jugar entre mis extremidades, del olor de los abetos jugueteando en mi nariz.En definitiva, es uno de esos días en los que sienta mal seguir malhumorado.Fue extraño, llegando al borde cerca del camino de arena sentía que estaba fuera de lugar, como si el tiempo lejos me hubiese quitado el derecho, la propiedad de estar aquí; me sentía ajeno. Creo que en parte era por lo tenso de mis músculos, que contrastaba con el ambiente relajado, flojo; o puedo admitir que era porque me sabía diferente, más grande, más hastiado, ¿entiendes?Y eso te hace pensar en todo lo malo, preguntarte por qué tres años pesan tanto, por qué has dejado que tu lugar mágico se llenara de telarañas y terminara olvidándote. Por qué insistes tanto en crecer.Eché a correr. Me gustaría poder decir que fue por haber entendido, porque sentí la respuesta antes que la pregunta, pero no. Solo quería irme, quería salir, ¿y qué mejor que correr?Pero pasó algo distinto. Lo que al principio era ahogo, rabia, se convirtió en ligereza, como si cada paso dejara caer un pedazo del peso, y pronto me descubrí jugueteando con una rama caída, dibujando formas en el suelo, y después solo formando líneas por la velocidad de mi carrera, haciendo que el polvo se levantara detrás mío.Y para cuando llegué al río, me sentía más niño, menos adolescente, menos hormonas, menos responsabilidades, menos odiar a todo.Sigo siendo diferente, no soy iluso, pero siento que puedo hacerlo bien, que puedo dar los pasos correctos, o que los equivocados no lo van a ser tanto.No sé, hoy es un lindo día.Ah, y perdón por no haber escrito en tanto tiempo.

Parece que quiero a todo el mundo. Me quedó como para libro de autoayuda XD
¡Besos y cuídense!


4/8/14

Dear Diary (9)

¡Hola, lectores de sótano! Hoy les traigo otra entrada del reto Dear Diary, donde tengo que escribir una hoja en el diario de vida de la persona que se me asigne. Pueden ver la entrada original AQUÍ
A ver que persona ha tocado ahora...


“Chica soñadora encerrada en una habitación de hospital”


Querido diario:
Otra vez estoy en el hospital. Otra vez somos tú, él y yo, otra vez el silencio, la búsqueda de las palabras correctas para pronto admitir que nunca llegarán y empezar un caótico relato improvisado. No me puedo quedar callada, lo sabes, no soporto la idea de inmovilidad, al menos en los pensamientos.
Los médicos y enfermeros aparecen de improviso, apenas me dan una mirada y enseguida se inclinan a su lado, pero han dejado de venir desde que se negó a contestar, a hablar o mirar con esa terquedad que parece solo de él.
Se ha tapado con la sábana el rostro, y sé que está llorando, en silencio y sin lágrimas, a su forma, a su gusto. No recuerdo haberlo visto triste, ni siquiera el día de su diagnóstico. Enojado, sí; lo recuerdo con sus brazos moviéndose frenéticos, su ceño fruncido y la voz subiendo en lo que era casi una escena, argumentando que se suponía era un examen de rutina, que no había estado con nadie en esos meses. Pero yo miré su brazo telaraña, negando con la cabeza, sin querer creer que lo había hecho, que en su subida se había caído, que en su creerse indestructible había cometido un error.
VIH. Positivo. Había consumido heroína. Compartió jeringa con algún desconocido.
Siempre había sido así. Si no sabía cómo salir de una situación, optaba por la rabia, por la ira. Era fácil para él, y de alguna manera lo entendía, yo podía tratar con el enojo, con las palabras gritadas, con los objetos volando en la habitación. Pero no podía con la pena, con esa imagen indefensa del que estaba en la cima del mundo ayer, con ese dolor que no soy capaz de alejar de sus hombros. Cuando volvemos a esta habitación de hospital, sé que estoy encerrada, que estamos destinados a quedarnos acá hasta que a él se le acabe el instinto suicida de no cumplir el tratamiento; de querer ser amo y señor de algo que ya no le pertenece.
Sé que sigue llorando, así que me doy vuelta hacia la ventana. Me gusta hacerlo. ¿Has notado que las ventanas de los hospitales son diferentes a cualquier otras? No son como la de los dormitorios, que te dan esa sensación de seguridad, de ser protagonista y observador al mismo tiempo.
Pero las de los hospitales son distintas, te da la impresión de que no eres ninguno de los dos, que vives esperando algo, no es que esperes que llegue, sino que lo sabes con esa certeza obstinada que te deja con ansias de algo épico. Solo queda esperar cuándo aparecerá, tal vez una cura milagrosa, alguien que sacudiera al chico tan fuerte para que se detuviera.
Entonces empiezo. A hilvanar cualquier historia, empezar por frases cortas para después desprender ideas, a contarle relatos de niños y de adultos, relajarlo con palabras llenas de dulzura.
Me despego de la pared. Total, el visitante épico no alcanzará a llegar hoy día.

...
Pensé en no publicarlo hoy, pero llevo tantos días retrasándolo, que creo que no podré escribirlo bien XD Culpen a que esté viendo telenovelas dramáticas mientras escribo. Mala combinación.
Besos y cuídense


23/6/14

Dear Diary (8)

¡Hola, lectores! Hoy les traigo otra hoja en el diario de vida de un personaje que me asignan a través de este reto. Pueden ver la entrada original AQUÍ
La verdad es que no me animaba a hacer esta entrada, porque no se me ocurría nada, pero creo que algo ocurrió hoy que hizo que comprendiera un poco de qué quería escribir.
Hoy soy...

"Un gimnasio oscuro. Golpes, y un hombre dándole al saco de boxeo agresivamente, con furia".



Golpe. Enojo. Rabia. Golpe. Odio.
Y sí, un poco de dolor.
Los músculos tensos, la respiración agitada, la presión cardíaca elevándose y la adrenalina corriendo por las venas, impulsando a la sangre. La mente, un caos, un revoltijo donde aparecen y desaparecen frases inconexas, no alcanzo a escuchar la primera palabra cuando otra se interpone. Me siento mareado y la única forma de no perderme es mantener el ritmo.
El tintineo del saco balanceándose es el único sonido en el gimnasio, y no sé porqué esto logra enfurecerme más, jalando mi último hilo. Cambio de ángulo y logro un gancho más profundo, uno que se ramifica desde mis dedos subiendo por el codo al hombro y que termino sintiendo en cada terminación nerviosa.
Es ese el cosquilleo que busco, el que trata de apagar las emociones, las preguntas. Y la ira.
Esa ira de repentinamente no entender nada. De tener una respuesta definitiva que de pronto te deja sin aire, ese golpe bajo que te desorienta y cierra tu garganta un segundo, solo uno, el tiempo suficiente para dejarte saber que has bajado la guardia, que ese error te puede costar mucho, es más, ya te ha costado lo suficiente.
Y te enderezas, aprietas los dientes y sientes la suave violencia elevarse por tu cuerpo, empezar en los tobillos, subir a los muslos, hacer su lento recorrido que en realidad dura segundos, y termina con las venas de la sien pulsando, ese confuso pasar de imágenes con los ojos abiertos, hasta que los recuerdos se difuminan por los bordes y sabes que tienes que explotar. Sacarlo todo.
Aquí estoy, con los puños chocando contra el saco, disfrutando del roce de mis maltratados nudillos contra la áspera tela, sabiendo que las endorfinas aturdían mi cabeza, pero deseando deshacerme, deseando destrozar el pasado, las palabras, ese momento de debilidad.
Un golpe más, un golpe menos. Mis rodillas se tambalean, mi respiración vuelta un jadeo y siento el tirón en mis brazos, el estómago pesado, mis nudillos heridos, hilillos de sangre regando las líneas hasta la muñeca.
Sí, un poco de dolor.
Ese tipo de dolor que hace que lance una carcajada y que una risa entre divertida y amarga se escape de mi garganta mientras resbalo por la pared del gimnasio hasta caer.

Y... bueno, no espero que lo entiendan. No lo entiendo ni yo misma. Iba a agregar a una persona, para mí parecía importante, pero al final lo borré y rehíce el final. Ha sido extraño escribirlo, es como entender a alguien, pero aún así no le perdono, no puedo hacerlo. 
No creo que lo lea, pero solo en caso que te topes con esto, va dedicado a la persona que estaba conmigo en la parada hoy. Te entiendo, pero quiero que lo entiendas también.
La rabia te sienta mal
Lindo día

3/6/14

Dear Diary (7)

¡Hola, lectores! Primero que nada, les agradezco la calurosa acogida que han tenido con Cata, ¡se siente el cariño! Ahora a la entrada, les traigo este Dear Diary con el que por fin me pongo al día, pueden leer la entrada original AQUÍ
Recuerden que la idea consiste en escribir un día en la vida de una persona. Y hoy nos toca...


"Chica de 18 años parada en una habitación vacía. A su alrededor se apilan cajas".



Querido diario:Está terminado. He guardado todo y me parece irónico que la habitación de la que siempre me quejé por ser demasiado pequeña, se vea gigante sin mis cosas. Las paredes blancas enormes sin mis recortes y pinturas colgadas, el piso amplio sin mi desorden habitual.He estado ansiosa, deseosa de iniciar mi viaje fuera, de poder iniciar algo nuevo. Pero ahora, en este segundo, todo es abrumador. Este es el paso real, el definitivo; después de esto este lugar solo será mi pasado, mis dieciocho años pasados, con sus gritos eufóricos, sus risas estrepitosas, sus lágrimas dramáticas y los golpes contra el escritorio de la esquina del dormitorio cuando sentía la rabia subir por mi abdomen. Entre caídas y vacilaciones logré encontrar mi propio ritmo.Sé que mis padres están abajo, esperando silenciosos para no llorar. No quieren hacerlo, una vez que empieces no podrán parar hasta después que me haya ido. También quiero llorar.Pero las cosas son así. Lo supe el día que Adrián llegó tarde a clases y mientras le sonreía a los gritos de la profesora de química me lanzó el panfleto. Y no existió vuelta atrás cuando Paola y Juan lo supieron al recreo, riéndose mientras decían que era una locura, metiendo la idea como una semilla en mi cabeza. Sin darnos cuenta las burlas se fueron haciendo serias y llegó el incómodo momento en que decidimos decirle a nuestros padres. La respuesta instantánea, como si les acabásemos de decir que los odiábamos e íbamos a huir para casarnos ilegalmente en otro país. Tomó tiempo que se acostumbraran a la idea, e incluso hoy, cuando todo se concreta, no se atreven a estar aquí por temor a romper la burbuja, a darse un porrazo contra la realidad que su hija se va. Pero sabía que si quería cumplir mi sueño de ser periodista, mudarme era mi mejor opción. Mi oportunidad de llegar a ser una reportera de categoría recaía en esta oportunidad única y lejana. Da miedo dar el salto y saber que tengo que alejarme de todo lo que conocía, que empezaré siendo una forastera, teniendo que crear nuevos recuerdos, nuevas realidades, nuevas experiencias...Suena una bocina afuera. Adrián toca una tonada infantil con él mientras Paola me grita que me apure y escucho a Juan hablar con mi madre para subir mis cosas a la camioneta. Me equivoqué, no tengo que dar esta caída sola, ellos estarán conmigo.Me tengo que ir, tengo que bajar a darles un enorme abrazo a mis padres y decirles que los amo, para subirme al auto y pasar seis horas en la camioneta con mis mejores amigos hasta desear asesinar a alguno de ellos. Y llegar a una nueva habitación que espera a recuerdos que estoy a un punto de crear.Sí, este cuarto es grande. Pero lo seguirá siendo cuando vuelva a casa para vacaciones.


Y bueno... aquí está. Al menos es para poder no seguir atrasada (me encanta mi coherencia y gramática). Espero que les guste, o que al menos no decepcione.
Besos y cuídense


27/5/14

Dear Diary (6)

¡Hola, lectores! Hoy traía otra cosa, pero como ya se publicó otro personaje y ya voy atrasada decidí volver a traer este reto. Como saben, la idea es tomar el personaje que me den y hacer un día en su vida escrito en su diario. Pueden ver la entrada original AQUÍ
Hoy me toca ser...

“Hombre de 37 años tras el telón a punto de dar uno de los conciertos más importantes de su vida. El recinto está lleno, SOLD OUT”



Es ahora. Solo quince minutos y salimos a escena.
Si supieras cómo me tiemblan las manos, cómo siento mi corazón latiendo a mil por minuto y subiendo hasta querer escapar por mi garganta. El ambiente está cargado de una electricidad mágica que nos deja moviéndonos inquietos a la espera del segundo definitivo.
Los observo a todos. A Tom, que salta nervioso sobre sus pies mientras mueve sus manos en los acordes de la guitarra. A Manu mover un lápiz entre sus dedos mientras murmura en voz baja, deseando tener sus batutas aquí y ahora -probablemente para perderlas de nuevo-. A Max, que parece ser el único sereno, su mirada concentrada en el libro frente a él, igual a la que tiene cuando cierra los ojos y toca el bajo.
¿Éramos los mismos que hace veinte años nos juntábamos en el sótano de Tom? ¿Los que apenas sabían tomar un instrumento y ya tenían sueños de grandeza? ¿Era yo el que cantaba discorde? Eran apenas un recuerdo aquellas tardes, donde poco a poco nuestro sueño se fue haciendo una meta, y los chillidos se fueron convirtiendo en fuertes tonadas.
Dios, hace veinte años... apestábamos.
Pero las prácticas fueron mejorando. Las fiestas y el alcohol se limitaban cuando se trataba de nuestra música. Recordaba a mis primeras novias riéndose cuando, como Cenicienta, abandonaba cualquier lugar a la medianoche. Las mañanas de sábados eran sagradas para practicar y nunca se me ocurrió faltar a ninguna de ellas: era nuestro acuerdo tácito. Claro, tuvimos nuestros desacuerdos. Como cuando me peleé con Manu y, entre puñetazos, caímos por las escaleras y terminamos viendo los pies de una enojada señora Martínez que no nos dejó entrar hasta que nos reconciliamos. O cuando Max dejó la banda porque no quería decirle a sus padres que no el trabajo con nosotros se estaba haciendo más importante que la futura carrera universitaria. O cuando, en nuestro segundo concierto como teloneros, Tom se enfermó.
Pasamos todo eso. Cuántas veces pudimos haber desistido, tirado la toalla, pero ese hilo invisible nos unía, nos recordábamos juntos desde siempre, y ahora solo parecía que las piezas caían en su lugar. O las hacíamos encajar a golpes en los lugares que creíamos (al menos así siempre armamos puzzles nosotros).
Hace diez años, nuestro primer concierto, al menos el primero que se podía considerar grande. Las mismas emociones que ahora, la adrenalina impulsándose en las venas, las manos sudando, los labios resecos y esas ganas de lanzar un grito que retumbe a dos mil kilómetros.
El asistente nos dice que nos preparemos, que debemos estar listos. Los audífonos no pueden ocultar el sonido de cientos de fans gritando nuestros nombres. Tom le quita el libro a Max y Manu grita a mi lado que es hora, que va a ser la actuación de nuestras vidas. Es lo que cabría esperar, con nuestro primer concierto en otro país.
Espío por detrás del telón y miro la primera fila. El lugar está lleno. Los máximos críticos de música están presentes. Y la emoción es expulsada de esos cuerpos juntos que están aquí por nosotros. Para escucharnos.
Cuenta regresiva. Relamo mis labios y, como siempre, Tom da una voltereta de buena suerte que pone a los técnicos histéricos.
Me voy. Porque necesito este momento. Porque este es EL concierto que llevamos esperando. Porque existe esa sensación increíble de explotar de los nervios en medio del escenario, donde toda es emoción y tu propio sudor tiene una esencia a energía.
Porque esta noche volveré a escuchar mi voz coreada por todo este recinto de entradas vendidas. Y este, es mi grito de inicio.

Espero que les haya gustado. Voy corriendo, así que ni siquiera pude darle una releída, aún así, espero que las emociones hayan quedado bien, y que todos ustedes sientan que están por salir a escena.


20/5/14

Dear Diary (5)

¡Hola, lectores! Les traigo otra entrada del reto Dear Diary porque se me juntaron dos del blog Wonderwall Palace. La entrada la pueden ver AQUÍ.
Veamos quién soy este día...


“Ciudad. Hora pico. Hombre de 30 años vestido con traje, corriendo por la calle abriéndose paso entre la gente”



Querido diario:
Te preguntarás, primero que nada, por qué te vuelvo a hablar después de doce años, por qué pasé una semana buscando este cuaderno viejo entre mis cajas antiguas y lo escondí por dos más en mi maletín sin animarme a abrirlo.  Si fuese sincero tendría que admitir que no tengo una respuesta.
Seguí mi sueño de convertirme en ingeniero, y pronto me vi encerrado en una oficina con un traje como uniforme. Por los tratos que tenía me vi envuelto en cenas lujosas y una rutina que me adormecía cada día. Me hice trabajador de mis enemigos, olvidé los ideales de rebeldía de la juventud temprana. Me dejé dominar y no me importó.
Entonces, conocí a alguien. El amor me parecía un contrato entre amigos aburridos, y justo entonces el destino me golpea contra unos ojos que con una mirada se me grabaron con fuego. Si le vieras, es como un choque: no quieres ver, pero no puedes apartar los ojos. El primer encuentro fue un intercambio de irritación entre ambos, la obligación de su mente creativa e imaginativa a bajar a tierra por mis comentarios racionales y llenos de límites. Podía ver su postura y sus cejas rojizas fruncirse con disgusto cada vez que quedábamos solos en la oficina.
Pero solo puedes pasar cierta cantidad de días con una persona pura, vibrante, antes de caer enamorado. Poco a poco sus palabras fueron haciendo mella en mis pensamientos, una discusión me dejaba pensando hasta las dos de la mañana y me daba cuenta que sonreía cuando encontraba el argumento perfecto para el día siguiente. El proyecto empezaba a importar en la medida que creábamos algo increíble. Y cuando encuentras a una persona que te sacude el mundo, haces lo único coherente y esperable en estas situaciones, huyes.
Me dio miedo, ¿entiendes? El qué dirán, el qué sentía, el por qué. Nuestra rutina cambiante rozaba los límites de lo profesional, de lo impersonal; se metía debajo de mi piel y podía ver sus ganas de que me lanzara, que diera el paso. Ahora lo entiendo, de nada valía si no era yo el que se dejaba caer sin importarle donde aterrizara.
Entre nuestros besos robados y caricias inexistentes, se aburrió. Lo entendía y sabía que cuando me encontré su carta -pues no sabíamos cómo despedirnos después de finalizar el proyecto- que las cosas no podían seguir así.
¿Por qué corre un hombre de treinta años con traje a la hora pico, abriéndose paso entre la gente? Puede haber habido un problema con la bolsa de valores, haber dejado algunos papeles importantes en su casa, haber perdido un cliente. O tal vez tenía una mejor razón para hacerlo.
Tal vez se dio cuenta de cuán idiota era, y mientras corría sabía que tenía que llegar, que el reloj corría, y en su mente creaba el discurso perfecto para hacer que se quedara. Y cuando lo alcanza, no sabe qué decir. Grita su nombre, el joven de ojos café oscuro y cabello rojo se da vuelta, su único mechón largo cayendo sobre el hombre izquierdo. Y es hermoso, y por un segundo él... yo, me pregunto cómo alguien podría avergonzarse de estar con él. Sus ojos delineados me miran con un brillo de lágrimas y mucha rabia. Mi respiración agitada, el sudor deslizándose por mi espalda y ya no sé qué decir. Pero no importa, porque me dedica una sonrisa pequeña y se ríe. "Casi llegas tarde, me iba". Lo sé. Y un beso, sin importarnos nada, las miradas sorprendidas, los sonidos molestos, los aplausos de los dramáticos o las risas de los románticos.
Sí, había buenas razones para que un hombre de treinta años de edad con traje, corriera por la calle a la hora pico, abriéndose paso entre las personas.
Y esta era la mejor.
Lo borré y volví a escribir como unas cuatro veces. Es que, ¿qué hace un hombre como este corriendo por la calle? No se me ocurre.
Besos y cuídense


1/5/14

Dear Diary (4)

¡Hola, lectores de sótano! Les traigo otra entrada del reto Dear Diary. Hubo una pequeña modificación y ahora también el blog Una valkyria perdida en Midgard dará personajes. Pueden ver su entrada AQUÍ

Haciendo un resumen, la idea es apropiarme de la vida de un personaje que me entreguen y tendré que escribir un día en su diario. Así que, veamos quién soy el día de hoy:



"Un chico que buscaba su lugar en el mundo, después de muchas desgracias, y al final ha conseguido lo que quería".



Querido diario:
Eso suena tan a antes. Al niño que empezó a escribir en un cuaderno viejo. Al adolescente que ahorró durante meses para comprarse una guitarra que tocó noche y día mientras sus dedos se llenaban de callos. Al que terminó sin saber qué quería, y peor, sin saber por qué lo querría. Y mientras sus padres lo miraban con curiosidad, empacó sus cosas, les dio un beso en la mejilla y les prometió volver cuando se entendiera a sí mismo.
Te quedaste conmigo todo ese tiempo, ¿recuerdas? En la autopista y los caminos rurales, dentro de las ciudades de nombres conocidos y los pequeños pueblos que nadie nunca imaginó. Estuviste en el asiento del copiloto cuando la guitarra pasó a ser una amiga en lugar de una amante, todas esas veces que golpeé el volante y lancé palabrotas llenas de rabia a todo, al mundo, a la gente y a mí.
No sabía adónde ir ni quería regresar. Esa sensación maldita de no pertenecer a ninguna parte, de desperdiciar los días en las calles llenas de luz, en las camas de chicas con el mismo miedo apretándoles la garganta. Me convertí en un poeta de malos relatos entre tus páginas por esos días. Da extrañeza saber que fueron dos años de idas y venidas, de mujeres mágicas y chicos fugaces. De autodestrucción pura y simple.
Entonces, el coche se averió. ¿Quién pensaría que el cliché más barato del mundo cambiaría todo tan radicalmente? El auto se descompone en una calle de un pueblo diminuto, lanzo maldiciones y voy hasta el taller más cercano donde una chica vestida de manera simple y con los pantalones manchados de aceite me dirige una mirada rápida para decirme que se podría demorar, que salga a hacer algo y vuelva en un par de horas.
Entro en ese café. Me siento en una mesa cualquiera y veo a la chica tímida que lee algunos poemas en voz alta mientras el chico de cabello oscuro a su lado lado la mira como si tuviese el secreto de la existencia, y un hombre, una mezcla de taciturno e intelectual, lanza que otra queja filosófica y sus camareros se pasean con sonrisas pidiendo las órdenes. A su manera, caótico.
Vuelvo al taller y la chica, Mel, me dice que existe una pieza que no puede arreglar. Dos meses. Me resigno, total, no tenía planes ni lugares. Y en esos meses vuelvo al café, ahí descubrí que la música para mí no era más que entender a otra persona: yo me comunicaba más por las manos y los ojos. El auto se arregló y para ganar dinero ayudé al hombre extraño, dueño del café, a remodelar. Descubrí que me gustaba eso, cambiar las cosas, una explosión en el lugar, crear nuevos espacios. Cree lugares, los construí a mi antojo y los meses se alargaron. En la serenidad de las calles, encontré la forma de encontrarme. Me fue entendiendo en el silencio y por primera vez, sentí que sabía dónde estaba parado.
Si ya lo sabes, ¿para qué te estoy contando todo esto? Bueno, creí que un recuento de nuestro tiempo sería una perfecta antesala para decirte que Mel y yo decidimos ir a la Universidad el próximo año, ella quiere estudiar alguna ingeniería y yo quiero arquitectura; nos mudaremos cerca de mis padres. Todos aquí dicen que nos extrañaran, pero están felices, incluso Sam y Dani, ella sigue diciendo poemas y él sigue sin decirle que la quiere. Los extrañaré, pero ahora que he encontrado mi camino, lo quiero seguir. Quiero que mis padres sepan qué es lo que quiero hacer, qué me apasiona hacer. Y quiero que conozcan a la persona de la que me he enamorado.

Ok... Esta vez sí me he pasado, Dios, ni siquiera sé dónde puedo acortarlo. Creo que tenía ganas de escribir XD  Ni idea si alguien va a leer hasta acá, espero que sí. ¡Es que tocó un personaje muy difícil! Pero bueno, espero que estén bien.

2/4/14

Dear Diary (3)

¡Hola, lectores de sótano! Espero que estén bien. Traigo otra entrada del reto Dear Diary, donde se me da a un personaje y tengo que narrar un día en su vida. Si se animan a participar, pueden pasar por AQUÍ.
Ahora, veamos qué personita será ahora...


"Chica joven bajo la lluvia. Tiene un paraguas en la mano y lagrimas saladas caen por su rostro".


Recuerdo haber leído en alguna parte que las calles tienen un aspecto distinto cuando llueve. Si las miras con detención puedes notar el reflejo de miles de luces que te hace sentir diferente, viva y vibrante y una presión extraña aparece en la garganta, un grito, o quizá una risa.
Las cosas que deseamos siempre son irónicas. Marcan el final e inicio de algo, una fecha marcada que sabíamos que llegaría, pero aún así te pilla desprevenida, a medio vestir y con el pelo desarreglado mientras la radio suena con música de fondo de una banda de los ochenta que tiene tres clásicos.
Mis planes eran simples, en realidad. Desde mi nacimiento mis padres habían trazado completamente mi vida de niña buena desde el principio al fin: colegio, amigos, cercanos, carrera y futuro esposo. Sería una lujosa abogada casada con un exitoso cirujano, aunque nunca en mi vida me había sentido inclinada a defender a nadie.
En secreto, con el dinero que podía ahorrar sin que ellos sospecharan que no compraba los lujosos zapatos que pensaban me encantaban, lograba pagar las clases de ballet. Y mientras ellos creían que me preparaba para el debate de relaciones internacionales, me escabullía al club de teatro donde apenas me miraban y sonreían, invitándome a participar.
Nunca fue un deseo demasiado potente. Siempre mascullaba y prometía que iba a dirigir mi vida, pero no me atrevía a levantar la cabeza y dejaba que pusieran sus lujosas cenas las mismas noches que deseaba asistir a las tertulias que todavía se daban en un bar de la calle siguiente.
Mirando en retrospectiva, podría asegurar que no habría dicho ninguna palabra mientras los veía firmar y pagar la carrera de leyes, y apenas habría puesto mala cara contra la pared cuando me presentaran al siguiente chico con más pedigrí que personalidad.
Pero llega el límite. O la valentía. O quizá, probablemente, la estupidez instantánea que viene gratis con ser joven, donde prefieres ser un muerto de hambre antes que un esclavo que ni siquiera una vez se quejó.
El anuncio de la audición se esparció con rapidez por todos lados, ¿la audición? Los mejores podían optar a una beca. ¿La universidad? Una especializada en artes que quedaba a unas tres horas de aquí. Una amiga se mudará allí el próximo año y logré convencerla de dejarme alquilar a un precio casi irrisorio si le confirmaba pronto la fecha.
¿Te doy un reto, vale? La próxima vez que sientas algo, asegúrate de sentirlo al máximo. Salta, baila, ríe, grita. Y llora. Porque ahora mismo siento las lágrimas bajar por mis mejillas y la risa calurosa y levemente escandalosa salir corriendo de mi boca, mientras las personas dan un pequeño respingo y me dirigen una mirada curiosa.
Y me siento ligera, libre y a un paso de poder volar. Mientras río, siento deseos de dar vueltas y me complazco. Tiro lejos el paraguas.
La carta de aceptación para el ingreso a la universidad, a estudiar teatro, descansaba junto a la beca correspondiente.
Había pasado la audición.

Se notará que no tuve demasiado tiempo, pero me divertí... Aunque quedó raro.
Cuídense


12/3/14

Dear Diary (2)

¡Hola, lectores! Primero disculparme, he estado un poco ausente y no he comentado en sus blogs, pero será sólo por esta semana, ya el viernes me dedicaré a visitarlos y ver qué han hecho.

Algunos ya saben que estoy participando en un reto llamado Dear Diary donde se nos da un personaje y debemos escribir un día en su diario. Para quienes quieran participar, pasen por AQUÍ. Ahora... veamos quién toca ahora.



"Niño de nueve años sentado en el pasto observando el cielo, junto a él tiene un peluche gastado".




Papá me dio esto y me dijo que escriba. Le pregunté qué y me dijo mi vida. Pero no sé qué escribir de mi vida.
Hoy me bañé temprano aunque no quería, pero me dejaron ponerle espuma al agua y no estuvo tan mal. Me puse ropa nueva que mamá compró y ahora huelo rico. Parece que a la abuela le gusta verme así, pero a papá no, así que me dijo que podía salir a jugar con barro. Mamá rió y la abuela dijo que esta vez había durado más, así que salí.
Hace una semana nos mudamos a la nueva casa. Es grande y linda y verde y naranja, por lo que me gusta. Ahora el verde y naranja son mis colores favoritos. Tengo una habitación grande y puedo dibujar lo que quiera en la pared porque dibujo bien. Para no tener miedo en la noche, mamá me regaló a Oso. Papá parecía triste cuando le dije su nombre, pero ¿qué otro nombre puede tener un oso?
Está algo sucio, hemos tenido muchas aventuras en el patio.
Papá también tiene un cuarto donde puede dibujar. Es grande y ahí hace obras de arte (él me enseñó a escribir eso) y mami también tiene uno, pero no puede dibujar, ni yo ni papá, así que no entro.
Creo que les gusta la nueva casa tanto como a mí, porque mamá parece menos enojada y papá le hace cosquillas y ríe. Ella cocina mi comida favorita y papá cuelga mis dibujos y dice que es bueno que sea tan inteligente como mamá, pero ella hace un sonido raro que parece divertido y dice que espera que no, que ella no es inteligente, y que papá tampoco y sólo se casó porque era guapo. Él pone una pose rara y dice que ya lo sabía, y ríe, y la abraza y me besa la cabeza diciendo que como no tengo clases, puedo jugar fuera, y que compraremos un gato, porque un perro no sobreviviría a mi implacable madre. Ella le arrojó un paño y después nos cocinó dulces. Eso quiere decir que es feliz.
Ellos volvieron a leerme antes de dormir, y es genial porque papá hace voces graciosas y me deja leer las partes simples. Mamá me lee cosas que no entiendo, pero dice que no importa, porque ella tampoco lo hace y cree que tal vez nadie lo entienda, pero que algún día entenderé porque no lo entiendo. Creo que entendí.
Mamá también tiene una tele. Es de todos, pero a papá dice que no le gusta y yo tengo demasiadas aventuras con Oso. Ella la ve porque dice que alguien en la casa debe saber qué ocurre afuera.
 Piensan que hay cosas que no sé todavía, pero no parecen preocupados. Me cuesta saber qué decir, pero mi profesora dijo que si las palabras me costaban, los dibujos no.
No sé por qué se preocupa de eso. Yo estoy fuera, podría decir qué ocurre. Un grillo aterrizó sobre sus rosas, las hojas del árbol están más verdes que ayer, Oso casi se perdió porque el viento era fuerte y hay una nube en forma de león pasando por encima de la casa.
La abuela dice que debo entrar.
Mañana te diré qué encontramos Oso y yo en el armario del segundo piso.

Nuevamente gracias a quien lo haya leído todo, y espero me disculpen me haya tomado libertades con la ortografía, pensé que se entendería más así. 
Bueno, había pensado en una historia trágica-épica para que un niño escribiera un diario, pero en el fondo siempre me enamoré de las familias felices. Espero se haya entendido por qué le regalan el diario y todo, sino, pues, si desean saber, me preguntan.
Besos y que tengan un grandioso día.

20/2/14

Dear Diary (1)

¡Hola, lectores de sótano! Quizá algunos se dieron cuenta que participo en un iniciativa llamada Dear Diary del blog Wonderwall Palace. Si quieren participar, pasen por AQUÍ.

A grandes rasgos la idea es apropiarse de la vida de otro, y escribir un día en su diario. Mary Kate J, quien creó la iniciativa, dará cada cierto tiempo un personaje y tendremos que escribir por él, ¿fácil, no?

A pesar de haber tenido un diario casi toda mi vida, no sé qué tan mal puedo hacer esto, así que espero al menos les guste. ¡Aquí vamos!

"Chica de veintiocho años  sentada en su habitación frente a un vestido blanco completamente destrozado"


Querido Señor Diario:
Hoy se suponía que sería el mejor día de mi vida. Caminaría por ese largo pasillo, con una expresión entre avergonzada y feliz, miraría a Tam, que se vería increíblemente nervioso y pálido. Cuando nos mirásemos, todo tendría repentinamente sentido. Por qué estábamos aquí, por qué queríamos unir nuestras vidas a pesar de que un papel y una fiesta no harían a nuestro amor mayor. Queríamos mostrarle al mundo que estábamos juntos y que este último paso demostraba que era serio.
¿Lo recuerdas, verdad? Te contaba la ilusión con la que esperaba este día. ¡Yo! La que renegaba de los lazos y se reía de la idea de un 'para siempre', que prefería vivir entre sus esculturas que con un humano. La que cuando empezó a salir con Tam le dejó en claro que era por un tiempo, hasta que la colilla del cigarro se apagara, hasta que la sobriedad me regresara o cuando quisiera escapar. Y él se fue acercando, mirándome sin creerme, aceptando mis condiciones pero riéndose de mis ideas... Y de una u otra forma, me terminé enamorando de él, y cuando se lo dije, él ya lo sabía.
¿Qué pasa entonces? ¿Por qué, cuando mi futuro esposo me espera en el altar, todavía no salgo? Mi suegra. La mamá de Tam ha estado en contra de nuestra relación, pero la idea de una boda le ha hecho lo bastante tolerable para que él aceptara que me ayudara, según Tam ayudaría a nuestra relación. 
Pero no, es insoportable. Que escoge el color de las servilletas, estas no combinan, que la comida debe ser más elegante, de aquellos trocitos que apenas parecen un aperitivo. "¿Quiénes son tus invitados? ¡No pueden venir personas tan poco pulcras! No mezcles los invitados, invita a menos, no tenemos dónde ponerlos". Cualquiera diría que es su boda.
Pero lo peor, ¡lo peor! Fue el vestido. Quería algo simple, tal vez celeste o rosado, algo que no significase gran cosa. Pero ella insistió que no, que debía ser blanco... Ostentoso y blanco. Le expliqué que no era virgen, pero sólo logré que se pusiese amarilla y le dijese a la modista qué quería ella. Y yo me quedé callada, dejando que me vistiera, maquillara y peinara.
Y hace un momento, cuando me han dejado sola y esa mujer se ha ido, me he mirado en el espejo. Rostro de muñeca, vestido impecable y hermoso, manos impecables... ¿Quién era esa desconocida que me devolvía la mirada en el espejo? ¿Me iba a casar de esta forma? ¿Quería recordar este día de esta forma? ¿Como la marioneta mal construida de mi suegra?
Con la rabia, lo he destruido. He tomado las capas de tela y las he desgarrado, rompí cada costura, cada maldito punto destrozado hasta terminar como una masa de paños viejos. ¿Y quieres saber qué voy a hacer, diario? Poner mis manos en el pocillo con arcilla en la esquina del mueble, mancharme las manos y un poco la mejilla. Me pondré un vestido ligero, de los que ocupo en la playa, y aunque le dé un infarto a la madre de Tam, tomaré el brazo de mi padre (que tal vez ponga los ojos en blanco) y caminaré hasta su hijo. ¡Qué interesa que mis amigos se rían un poco, que mi madre ponga una sonrisa de decepción! Será mi matrimonio, será mi día. 
Y Tam va a sonreír, porque seré la misma chica de la que se enamoró. Y que se enamoró de él, aunque eso ya lo sabía.
Deséame suerte, me están gritando que me apure y será mejor que salga, antes de que piensen que me he escapado.

Espero no me haya quedado horriblemente largo. O espero que alguien se dé el tiempo de leerlo. De todas formas, me he divertido :)
Besos y cuídense,